martes, 27 de octubre de 2009

Nuevo material almacenaría 1 TB en el tamaño de una uña


Lisandro Pardo /neoteo.com

Ya es algo bastante común tener algunos gigabytes de almacenamiento en algo que no es mucho más grande que un llavero, pero la tecnología que nos permitiría superar la barrera del terabyte manteniendo esas escalas, todavía se encuentra en fase experimental. Uno de los ejemplos más prometedores parece ser este nuevo material desarrollado por ingenieros de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, que en teoría podría almacenar hasta un terabyte de datos en un tamaño tan pequeño como el de la uña de un dedo humano. Lo más sorprendente sobre este material es que el almacenamiento de información no sería el único campo en el que podría representar un avance radical, sino también en la eficiencia de los motores de combustión interna, y en la reducción de calor generada por los semiconductores.

El níquel tiene múltiples aplicaciones, pero su combinación con un cerámico podría llegar a ser una de las más importantes

El material fue creado a partir de un procedimiento conocido como "dopaje selectivo". En electrónica, el dopaje consiste en la introducción de impurezas en un semiconductor para alterar su comportamiento. Trabajando a escala nanométrica, los ingenieros han logrado introducir impurezas de níquel en óxido de magnesio. El resultado son pequeños grupos de níquel de un tamaño no superior a diez nanómetros cuadrados. Esto representa una reducción de tamaño de un 90 por ciento en comparación con las técnicas actuales. Los ingenieros utilizaron el ejemplo de que, con esta técnica, un chip que normalmente almacenaría 20 gigabytes, podría multiplicar su capacidad por 50 si fue hecho de este material especial.Básicamente, este nuevo proceso inyecta propiedades metálicas a un cerámico, lo que abre la puerta a otras aplicaciones además del almacenamiento de datos. Se han teorizado "motores cerámicos" que podrían soportar el doble de temperatura de los motores actuales, llevando su rendimiento hasta niveles cercanos a los 34 kilómetros por litro, un nivel que ni siquiera los coches híbridos más avanzados pueden alcanzar en la actualidad. Como si eso fuera poco, también se habla de mejoras en la conductividad térmica del material, algo que sería muy valioso en la recolección de energía solar, y también de avances en la espintrónica, una tecnología que aprovecha el espín de los electrones para obtener energía. Hasta aquí, este material suena como algo casi mágico, pero todo indica que habrá que esperar un buen tiempo para que alcance una etapa lo suficientemente avanzada como para considerar una aplicación comercial.

La rosa azul transgénica, una esperanza para los amores imposibles


Rolando Lino Mina/e-consulta.com

Una vieja fábula china, asegura que las rosas azules encarnan la esperanza para realizar los amores imposibles. Cultivar rosas genuinamente azules ha sido un sueño acariciado desde hace siglos por los floristas, que el mes entrante se convertirá en una realidad al alcance de cualquiera.
Una compañía de Japón ha anunciado con bombo y platillo que, a tan sólo 23 dólares por pieza, venderá rosas que de manera natural tendrán el color azul. Una rosa que llevará por nombre "Applause", ha sido genéticamente modificada para alcanzar esa tonalidad y con ello, hacer realidad un sueño imposible.

Hay casi 20 años de investigación científica detrás de este logro. Si bien es cierto que no existe un colorante azul que brinde la posibilidad de recrear genéticamente esta fantasía de forma natural, la compañía biotecnológica australina "Florigene" dio un paso fundamental cuando logró injertar en las rosas un gen que contenía la síntesis del pigmento azul delphinidin, que entre otras cosas, es el responsable de darle el color azulado a las uvas de la variedad Cabernet Sauvignon.

Ya en el pasado podían encontrarse rosas azules en el mercado, pero no eran otra cosa que rosas blancas teñidas con ese matiz. De manera natural sólo había sido posible cultivar, gracias a la hibridación, rosas de un color púrpura muy tenue que solían venderse como azules.

La fascinación por las rosas azules es muy antigua, pero quien anticipó hace más de 150 años que algún día, gracias a la ciencia y la tecnología, estas flores serían una realidad, fue el floricultor norteamericano Samuel Parsons, a través de su libro "La Rosa" de 1847. "Bien valdría la pena todo esfuerzo", decía Parsons y vaya que le hicieron caso.

Según Bernard Mehring, quien es un cultivador profesional de rosas, desde los primeros años del siglo XX ya existía una variedad de rosa cultivada en Alemania llamada Veilchenblau, cuya tonalidad grisácea era bastante próxima al azul.

Durante la llamada Época Victoriana, en la Gran Bretaña existió una enorme promoción de la floriografía. En este periodo, se tenía una muy clara definición en el lenguaje de las flores para la rosa azul, como una representación del esfuerzo para lograr lo imposible. Durante esta era británica, se definieron los significados que conocemos en la actualidad para el acto de obsequiar rosas, de acuerdo a su coloración.

Las rosas rojas expresan amor, romanticismo y sobre todo, apasionamiento. Las de color rosado son la sugerencia de un amor gentil, platónico, poético y sin apasionamientos. Una rosa blanca habla de sentimientos puros y honestos. Asimismo, el color amarillo en una rosa representa una profunda amistad.

En esa misma región del mundo, pero en la época actual, existe la Asociación de Flores y Plantas del Reino Unido. En voz de Sarah Holland, esta agrupación anticipa que cuando las rosas azules lleguen al mercado tendrán una enorme demanda, ya que aún las rosas pigmentadas artificialmente con esa tonalidad, son solicitadas grandes cantidades.

Desde hace siglos, las rosas han estado íntimamente relacionadas con la poesía, los mitos, la pintura y por supuesto las leyendas. Se cree por ejemplo, que el emperador Nerón tenía una singular fascinación hacia estas flores, a un grado tal que solía pedir que hubiera cascadas de pétalos de rosa durante sus banquetes.

La emperatriz francesa Josefina, cónyuge de Napoleón Bonaparte, pedía que enviaran rosas a todos los lugares que alcanzara el imperio de su marido, incluso en tiempos de guerra.

La variedad "Applause" será lanzada en Japón como un regalo lujoso, y por el momento no se sabe cuándo llegará más allá de las fronteras niponas. En países como Italia, el color azul se relaciona con la desconfianza o el luto, lo que ha hecho pensar que tal vez en sitios como este, la rosa azul no sería muy bien recibida. Sin embargo, la simple novedad será suficiente para garantizarle un éxito en donde quiera que sea comercializada.

martes, 6 de octubre de 2009

Naturaleza: La cura contra el mal comportamiento


Carlos Dan/ojocientifico.com

Los seres humanos somos originarios de la Naturaleza, pues las tribus de cazadores-recolectores de las que provenimos no vivían en otro medioambiente sino el natural. Esa larga tradición que, al menos en la civilización occidental y en todas las civilizaciones urbanas, se perdió hace tiempo, podría continuar albergada en un profundo rincón de nuestras mentes.

Un grupo de psicólogos de la Universidad de Rochester lo han sacado a luz, realizando un experimento enfocado a conocer las influencias del medio sobre las personalidades y el comportamiento de los seres humanos, concluyendo que la naturaleza nos condiciona más positivamente que la ciudad.

En el experimento 370 personas fueron invitados a apreciar imágenes de entornos naturales y de entornos producto del hombre. Al observar las imágenes los participantes debían describir las sensaciones que sentían, prestándole atención a los colores e imaginando sonidos y aromas. Posteriormente debían rellenar un cuestionario respecto a la importancia de varios valores.
Aquí saltó a luz que los individuos que vieron imágenes de la naturaleza tuvieron mejores puntajes en valores relativos a las relaciones humanas, mientras que lo contrario ocurría con los que habían visto imágenes urbanas. Estos valoraron más la riqueza y la fama, en contraposición al bienestar y al comportamiento solidario.

Publicados en la revista Personality and Social Psychology Bulletin, los resultados apuntan a resaltar la importancia que nuestro entorno natural inicial ejerce sobre nosotros, que aparentemente tiene tamaño considerable.

El dilema del prisionero

Ariel Palazzesi/neoteo.com
A pesar de lo que pueda indicar su nombre, la denominada Teoría de Juegos es una cosa seria. Se trata de una rama de las matemáticas encargada de lidiar con la forma en que se puede ganar en aquellos juegos que tiene reglas bien definidas. Desde el punto de vista de esta teoría, un juego consiste en un conjunto de jugadores, un conjunto de movimientos (o estrategias) disponible para esos jugadores y una serie de recompensas para cada combinación de estrategias. Muchas situaciones del mundo real pueden modelarse como si se tratase de un juego y ser resueltas -o al menos analizadas- mediante el uso de la Teoría de Juegos. Eso es especialmente interesante en campos como la biología o la economía, ya que la correcta aplicación de esta herramienta permite obtener resultados óptimos incluso cuando los costes y beneficios de cada opción no están fijados de antemano sino que dependen de las elecciones de los otros individuos.

Si ambos son egoístas, puede que ambos confiesen y pasen 6 años entre rejas.

Un ejemplo muy conocido de la aplicación de la teoría de juegos a la vida real es el dilema del prisionero. Este “juego” fue popularizado por el matemático Albert W. Tucker. A pesar de lo sencillo de su planteo, este dilema tiene implicaciones que resultan útiles para comprender la naturaleza de la cooperación humana. La enunciación clásica del dilema del prisionero es la siguiente:


La policía acaba de arrestar a dos sospechosos de un crimen. No se han encontrado pruebas suficientes para condenarlos y, tras haberlos separado, un oficial de policía los visita a cada uno y les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a diez años de prisión mientras que el delator será liberado. Por el contrario, si calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y el cómplice será quien salga libre. Pero si ambos confiesan el crimen, cada uno recibirá una condena menor, de sólo seis años. Si ninguno confiesa, ante la falta de pruebas, no pasarán más de seis meses en la cárcel acusados de un cargo menor.

El tiempo que pasarán en la cárcel depende básicamente de lo solidarios o egoístas que sean los dos delincuentes. Cada prisionero tiene dos opciones: cooperar con su cómplice permaneciendo en silencio y quedar ambos libres en seis meses, o traicionarlo confesando para quedar libre de inmediato mientras su “socio” pasa 10 años entre rejas. Lo que hace interesante el dilema es el hecho de que el resultado de cada elección depende de la elección del cómplice, y cada uno desconoce qué ha elegido hacer el otro, ya que están separados. Comencemos suponiendo que ambos son completamente egoístas y tienen como única meta reducir el tiempo que pasarán detenidos. Cada prisionero podría suponer que el otro ha elegido cooperar con el manteniendo la boca cerrada para salir en seis meses. Esto hace que la tentación de ser el primero en confesar sea enorme, ya que significaría su libertad inmediata y una condena de 10 años para su cómplice. Por supuesto, el otro detenido seguramente está razonando de la misma manera, buscando la forma de salir en libertad de inmediato. Si ambos son egoístas, la posibilidad de que ambos confiesen y pasen 6 años entre rejas es muy grande.

Si ambos callan reciben una pena total de un año. Seis meses cada uno.
Por el contrario, el interés por el bien común puede dar mucho mejor resultado. Dejando de lado que dos delincuentes difícilmente tengan alguna clase de interés en cosas como el altruismo, lo cierto es que la confianza en el comportamiento del otro puede ser la que obtenga el mejor resultado. Desde el punto de vista de la fría lógica, confesar es la estrategia dominante para ambos jugadores. Sea cual sea la elección del otro jugador, pueden reducir siempre su sentencia confesando. Pero por otra parte, esto conduce a un resultado regular en el caso de que ambos tomen esa decisión. Este es el nudo del dilema. El resultado de las interacciones individuales produce un resultado que no es óptimo, aunque existe una situación tal en que las perspectivas de uno de los detenidos puede mejorar sin que esto implique un empeoramiento para el otro. De hecho, si ambos callan reciben una pena total de un año (seis meses cada uno), mientras que en los demás casos recibirían 10 (si confiesa uno solo y sale libre) o 12 (seis años cada uno en caso de que ambos confesasen de inmediato). Puede parecer que el Dilema del prisionero no es más que un pasatiempo matemático. Sin embargo, existen muchos ejemplos de interacciones humanas (y naturales) que pueden ser analizadas de la misma manera. Esto hace que el dilema en cuestión sea de interés para la economía, las ciencias políticas, la sociología, las ciencias biológicas y casi cualquier campo del conocimiento que puedas imaginar. Por ejemplo, dentro del campo de las relaciones internacionales, el escenario del dilema del prisionero sirve para ilustrar la situación en que se encuentran dos estados involucrados en una carrera armamentística. Ambos países tienen dos opciones: o incrementar el gasto militar, o firmar un acuerdo para reducir su armamento. Como ninguno de los dos puede estar completamente seguro de que el otro acatará el acuerdo, ambos terminan decidiendo una expansión militar. La ironía está en que ambos estados parecen actuar racionalmente, pero el resultado es completamente irracional. La humanidad en conjunto se beneficiaría de un comportamiento altruista, pero el egoísmo suele ganar la partida, embarcándonos en delirios como la Destruccion Asegurada.

El resultado de las interacciones individuales produce un resultado que no es óptimo.
Tras haber planteado el dilema del prisionero podemos extraer algunas conclusiones. En el terreno de la ética, por ejemplo, una de las preguntas más antiguas es ¿por qué hacer el bien?. Esto ya preocupaba a Platón, y reaparece a lo largo de la historia bajo las más diversas formas. El dilema del prisionero nos ayuda a encontrar una respuesta sencilla y práctica: cuando todos buscamos el interés del grupo, obtenemos más beneficios que cuando se busca el mejor resultado individualmente. En pocas palabras, la mejor forma de conseguir lo mejor para cada uno es hacer lo que resulta mejor para todos. La moral, parece, es un buen negocio. ¿Interesante, no?