lunes, 19 de enero de 2009

10 Especies que podrían resucitar desde el pasado


Neandertal. Especie del género Homo que habitó Europa y partes de Asia occidental desde hace 230.000 hasta 28.000 años atrás, durante el Pleistoceno medio y superior y culturalmente integrada en el Paleolítico medio. Sus características definidoras, a partir de los huesos fósiles descubiertos hasta ahora son: esqueleto robusto, extremidades cortas, tórax en barril, arcos supraorbitarios resaltados, frente baja e inclinada, faz prominente, mandíbulas sin mentón y gran capacidad craneal. Sus cerebros eran iguales o más grandes que los del hombre moderno. Un neandertal promedio tendría una altura de 1,65 m, de contextura pesada, y musculatura robusta. La secuenciación completa de su genoma es una de las noticias más esperadas para este año. Svante Pääbo, uno de los responsables del proyecto internacional, considera «ridícula» la idea de poder resucitar a los neandertales, en cuyo hipotético caso sería una mujer actual la candidata idónea para ser la madre sustituta. De hecho, no se descarta que alguna vez ambas especies se cruzaran, aunque sus descendientes no han dejado huella genética en nuestro ADN.


Tigre de diente de sable. El Smilodon Fatalis fue el felino más grande de todos los tiempos. Con sus poderosos colmillos cortaba las arterias y la tráquea de la víctima desangrándola con rapidez. Este fabuloso animal poseía unas potentísimas patas delanteras que usaba para tumbar a la presa e inmovilizarla. Su tamaño coincide con el de un león pero su aspecto era mucho más imponente. Desapareció hace 11.000 años, al final del Pleistoceno; se cree que debido al cambio climático, aunque la puntilla se la habrían dado los humanos. Los ejemplares mejor conservados se han encontrado en La Brea, en Los Angeles, en unos agujeros de alquitrán de los que no ha sido fácil extraer el ADN. De momento hay muy poco recuperado, pero algunos expertos confían en obtener su genoma. En ese caso, una leona podría ser la donante del óvulo y su madre sustituta.


Oso de cara corta. Los Arctodus Simus fueron los mayores carnívoros terrestres durante la edad de hielo. Más grande que el oso polar, el oso pardo de Kodiak y el oso de las cavernas europeo, de hecho, salvo los aparente y ocasionalmente carroñeros perezosos terrestres gigantes con los cuales éste oso compartió el espacio en América, pudo ser el mayor carnívoro terrestre que la humanidad encontró en su camino, podían llegar a los 800 Kg. de peso y a medir un poco más de 1.6 m de altura al hombro pudiéndose elevar hasta 3 metros si se erguían sobre las patas traseras. También desaparecieron hace 11.000 años, en la última gran extinción. Ya se ha recuperado parte de su ADN y se sabe que hay ejemplares congelados en Siberia, por lo que se confía en conseguir más material. Sus parientes más cercanos son osos de América del Sur aunque son mucho más pequeños.


Tigre de Tasmania. El último Thylacinus Cynocephalus, un lobo marsupial, murió en un zoo en 1936. Afortunadamente se guardaron sus tejidos, lo que ha permitido recuperar su ADN. En 2008, científicos de Australia y EEUU insertaron parte de este material genético en un ratón, dentro de un experimento para ver si se activaba algún gen, como así ocurrió. Con esta especie, una hembra del diablo de Tasmania bien podría ejercer de madre de una cría. Ayer se supo, con el estudio de ADN de pelos de varios ejemplares, que su diversidad genética era muy escasa, lo que pudo precipitar su extinción.

Gliptodonte. Se parece enormemente al armadillo pero mucho más grande. El gliptodonte medía cerca de 3 m y pesaba cerca de 1,4 toneladas, siendo equivalente en forma y tamaño a un Volkswagen Escarabajo. Era un herbívoro y, por su constitución, se supone que no fue muy ágil. Su defensa contra los depredadores se basaba en su caparazón rígida. Como el oso y el tigre, el gliptodonte dejó de pasear su inmenso caparazón por América del Sur hace 11.000 años. De momento no se han encontrado ejemplares congelados ni en cuevas, por lo que no se tiene el suficiente ADN de la especie. Pero los expertos no pierden la esperanza. Aún así, resucitarla no sería fácil porque la especie más parecida genéticamente es el armadillo gigante, más pequeño.


Rinoceronte lanudo. Fue una especie rinoceronte de espeso pelo lanudo que durante el Pleistoceno habitó las frías estepas de Eurasia y dejó de existir hace unos 8.000 años. Como vivió en Siberia, hay muchos rinocerontes lanudos (Coelodonta Antiquitatis) congelados de los que se puede extraer ADN.


Dodo. Fue un ave no voladora cuya distribución estaba restringida a las Islas Mauricio, en el océano Índico. Desapareció a finales del siglo XVII debido a la caza y el saqueo de sus nidos por parte de los navegantes. Es un ejemplo ampliamente utilizado en la literatura biológica sobre la pérdida de especies causada sin ningún género de dudas por el hombre. Hace seis años, genetistas de Oxford secuenciaron fragmentos de ADN mitocondrial del ejemplar disecado y conservado en un museo. Beth Shapiro, autor de este trabajo, sigue buscando más material genético del dodo, que quizás podría resucitar con ayuda de las palomas.


Perezoso gigante. Hace 8.000 años aproximadamente que dejó de existir este mamífero de 4 toneladas de peso, conocido como Megaterio y que habitó en América hasta el final de la última glaciación. En los últimos años, los científicos han logrado recuperar bastante ADN de los pelos y de estiércol fosilizado desde hace 30.000 años. Hendrik Poinar, de Canadá, está convencido de que se conseguirá su genoma. El problema es que su pariente más cercano, el perezoso arborícola, es un enano a su lado.

Moa. Los dinornítidos o moas eran aves no voladoras que vivían en Nueva Zelanda. Entre el año 900 y el 1400 se extinguieron por la caza intensiva de los maoríes. Es otro caso bien documentado de extinciones por causa humana. El gigantesco pájaro no sobrevivió a la llegada de los primeros pobladores humanos. La buena noticia es que se ha encontrado mucho ADN de huesos y huevos bien conservados en cuevas, lo que permitirá revelar su genoma. Claro que las moas pesaban 250 kilos y medían hasta tres metros. La única especie similar son los avestruces.

Alce irlandés. Este ciervo gigante vivió hasta hace 7.700 años en Eurasia. Desde el final de las glaciaciones su número disminuyó y dejaron de verse sus cuernos de cuatro metros. Lograr ADN suficiente para reconstruir su genoma no sería difícil, pero sí resucitarlo porque su pariente cercano, el ciervo, es muy pequeño.

FUENTE:http://www.neoteo.com

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